lunes, 19 de marzo de 2007

Mató a su esposo pra salir del Infierno pero no lo ha logrado

*.- A diario sufría vejaciones
*.- Cumple la condena en prisión
*.- Viaja a su ciudad para olvidar

Oscar Treviño Jr.
Cuando el tres de marzo de 1999 le notificaron que estaba sentenciada a ocho años de prisión no pudo evitar sus lágrimas. Durante 20 años estuvo atrapada en un infierno con su esposo, hasta que ya no lo soportó y lo estranguló.
Enedina Quintana Mendoza, de 38 años, originaria de Guanajuato, mató a su esposo dentro de su camioneta Van, frente a su casa ubicada en División del Norte e Insurgentes de la colonia Santa Cecilia.
El exmilitar Rómulo Cabrera González, de 40 años, falleció de asfixia por sofocación, el 13 de agosto de 1997, dictaminó el médico legista.
El Juez Tercero Penal, Rogelio Arizpe Rojas, dictó su veredicto de ocho años de prisión por el delito de homicidio simple intencional.
También fue condenada al pago de 32 mil 805 pesos, por concepto de reparación moral, indemnización y gastos funerales.

EL INFIERNO

Del expediente 234/97, se desprende que Enedina Quintana, ya no pudo soportar las humillaciones, vejaciones, el temor de ver a su hija ultrajada.
Observar que su marido se drogaba, obligada a sostener relaciones ante la mirada de sus hijos.
Todo esto fue motivo suficiente para que la dama se armara de valor y decidiera de una vez por todas acabar con su infierno.

LA CARCEL

Enedina es muy tranquila, casi nadie la visita en el CERESO II, solamente lo hace el defensor de oficio Javier Gómez González.
Ella dejó a tres hijos en la orfandad. Actualmente están viviendo en el estado de Guanajuato con la familia de Enedina.
Precisamente Enedina trabaja en el mismo CERESO II, lavando la ropa de los reos y sus compañeras.
El dinero que obtiene le sirve para alimentarse y también para enviar a la familia que cuida a sus pequeños hijos.
Sus ojos enrojecieron al escuchar el veredicto y luego se echó a llorar. ¡El infierno continúa!

EL HOMICIDIO

Fue precisamente el 13 de agosto de 1997, cuando se recibió un llamado en la entonces Delegación de Seguridad de Pública.
Se descubrió un cadáver en el interior de una camioneta Van estacionada por las calles Insurgentes y Sección 49 No.40.
A bordo de la camioneta marca Ford, modelo 1979, color café, placas de Tennesse y en la parte posterior, estaba el cuerpo amoratado de Rómulo Cabrera González. En el cuello tenía un trapo de color blanco.
José Rómulo Cabrera Quintana, de 17 años, dijo a los policías que su mamá era responsable del homicidio.
"Mamá me pidió que llevara la camioneta lejos de la casa, pero yo me negué y le dije que se había metido en un problema muy grande".
Enedina llegaba con sus hijas de la Iglesia pues se levantó temprano y fue a rezar, cuando fue vista por su hijo la señaló a la policía preventiva.
Ella confesó que espero a que su esposo ebrio se durmiera, le colocó un trapo en el cuello y apretó con todas las fuerzas de su vida, luego colocó sus manos y siguió apretando su cuello.

EL RESPETO DE TODOS

Desde que Enedina comenzó a relatar las atrocidades sexuales que sufría, los elementos de la Policía Ministerial del Estado comenzaron a condolerse.
En algunos investigadores causó lástima cuando relataba lo que le ocurría al lado de su esposo, que su ferocidad, son indefinibles.
Se ganó la atención, de fiscales, investigadores, aún de la misma Juez que primeramente llevó las diligencias.

DESHECHADO EL ASESINATO

Mediante las pruebas aportadas por la fiscalía se desestimó lo que pudiera considerarse como homicidio calificado.
Es decir el homicidio calificado no se encuadró en virtud de que no había ventaja. La corpulencia y destreza física de la mujer contrastaba con la de su esposo.
Tampoco existía alevosía debido a que la mujer uso sus manos y un trapo para cometer el delito.
La premeditación no se estableció porque la mujer no reflexionó al momento de cometer el delito, fue un acto instantáneo.
De tal manera que el fiscal adscrito al Juzgado Tercero Penal, José Jorge Ceniceros Banda en su pliego acusatorio, pidió que a la detenida se le aplicara la sanción del homicidio simple intencional.
El Juez Tercero Penal, Rogelio Arizpe Rojas, dictó la sentencia condenatoria y cuando se la notificaron a Enedina no tuvo a nadie que la consolara, sólo su defensor de oficio.

LIBRE POR FIN

Enedina cumplió su condena, logró reunir para su pasaje y se fue a Guanajuato que nunca debió abandonar, pero se enamoró de alguien que le abrió las puertas del infierno. Ahora vive en su ciudad al lado de su familia.
Obtuvo su libertad el tres de este mes.

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